La Santa Inquisición fue un conjunto de instituciones encargadas de eliminar la herejía (cualquier idea contraria a lo establecido por la Iglesia Católica). Se inició en 1184, se mantuvo durante toda la Edad Media, y acabó con millones de vidas.
El origen
Cuando los romanos establecieron el cristianismo como religión oficial, los herejes se convirtieron en enemigos del Estado. El Papa Inocencio III ya hizo un primer intento de eliminarlos, pero fracasó. El Papa Lucio III continuó esta corriente contra la herejía. Pero no fue hasta 1184 cuando se fundó en el sur de Francia la Inquisición Medieval para combatir a los cátaros o albigenses. No tuvo mucho efecto al contar con pocos medios, pero en 1231 fue cuando la Inquisición tomó forma con los estatutos del Papa Gregorio IX, que estableció el protocolo a seguir por los Inquisidores: los franciscanos y los dominicos. Entonces el movimiento se extendió por toda Europa y posteriormente llegó al continente americano.
La Santa Inquisición en España
En 1249 se implantó en Aragón, en lo que fue la primera Inquisición Estatal. En 1478, cuando Aragón se unió a Castilla, pasó a llamarse Inquisición Española. Los Reyes Católicos, junto al Papa Sixto IV, trajeron la Inquisición con el objetivo de abolir las protestas de la Universidad de Alcalá de Henares y de Sevilla, pero finalmente se extendió a otras finalidades como ocurrió en Europa, como la del sadomasoquismo por el abuso de poder.
Consecuencias
La Santa Inquisición terminó con el apogeo de una nueva corriente de pensar, ya que los reinos tenían extranjeros que podían traer sus culturas. Sin embargo, los pensadores dieron a conocer que no todo lo que contaba la Iglesia era cierto. La mayoría de estas personas fueron quemadas en la hoguera, pero otras consiguieron un cambio de mentalidad iniciando una nueva etapa de la historia: El Renacimiento.
Los métodos de la Santa Inquisición
Los torturadores vivieron su edad de oro. Cuando la Inquisición llegaba a un nuevo poblado los edictos de fe debían denunciar a los herejes y cómplices, y los edictos de gracia podían confesar sus pecados sin recibir castigo. Los autos de fe eran las sentencias a los herejes, se reunían en plazas públicas donde se celebraba una misa y se leían los delitos de los condenados. Los castigos eran los más crueles posibles:
- Potro: El hereje era atado de pies y manos, y el instrumento de tortura estiraba hasta provocar la luxación de las extremidades.
- Castigo del agua: Se obligaba al prisionero a beber abundante agua, hasta que se producía la explosión del estómago.
- Garrucha o péndulo: Cordel atado a una polea, que levantaba a la víctima por los brazos, atados a la espalda, mientras se concentraba el peso en los pies.
- Brasero de llamas: Las brasas se acercaban a los pies, para que las personas confesaran sus pecados.
- Cuna de Judas: El hereje era levantado por las muñecas y luego se dejaba caer con las zonas íntimas sobre una figura puntiaguda.
- La rueda: El reo era atado desnudo a la rueda mientras el torturador le rompía todos los huesos del cuerpo. También se solía hacer colocando el cuerpo entre los radios de la rueda y haciéndola girar.
- Toca: Una tela blanca se introducía en la boca de la víctima, para después mojarla de forma que la tela aumentaba su tamaño y así producía serios daños.
- Dama de hierro: Un sarcófago con estacas metálicas en su interior, de forma que cuando se introducía al hereje dentro y según se iba cerrando provocaba una muerte lenta y agónica.
- Fustigación: El hereje era azotado con una fusta o vara.
Aunque en la mayoría de las ocasiones el torturador hacía uso de su imaginación que, en combinación con estos métodos. Provocaba una muerte aun mas agónica.